Últimamente me pasa a menudo. Si me fijo con atención en lo que veo a mi alrededor e intento hacer algún comentario, no me salen las palabras de la boca. No sé si será un síntoma más de los que me provoca el asombro constante o si se tratará de algo más grave para lo que no existe curación. Se me queda un regusto amargo en la boca –que se extiende hacia la garganta– exactamente igual que el que suelo notar después de tomarme dos naproxenos para intentar combatir un episodio de migraña. Es un poso desagradable que me exige tomarme algo dulce inmediatamente. Un sorbo de agua no lo quita (incluso puede acrecentarlo). Menos mal que, a falta de voz, las palabras aún pueden ser escritas. Y, como si se tratara de un bálsamo, el malestar va pasando poco a poco. Gran parte de este asombro –que no entiendo cómo no es contagioso– aparece después de la irrupción de alguna noticia desagradable. Esto es algo lógico. Pero no suele ser a causa de la noticia (a mi edad una ya está bastante curada de espantos), sino de la manera como se enuncia y, acto seguido, se desarrolla. Da igual si aparece en un telediario o en un anuncio de pizzas.
Regusto amargo
Palma25/10/23 0:29
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